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El auge de tratamientos estéticos en jóvenes


Procedimientos accesibles y estándares hegemónicos de belleza impulsan el aumento de intervenciones estéticas en personas jóvenes. En Juventud Retocada exploramos este fenómeno con profesionales y pacientes, sus riesgos y su impacto en la salud.


Según la encuesta global publicada por la Sociedad Internacional de Cirugía Plástica y Estética (ISAPS) Argentina se ubica quinta en el ranking de países con mayor cantidad de tratamientos estéticos en el mundo. Estos datos fueron recogidos en el año 2023 y contabilizan cantidad de procedimientos sin tener en cuenta la población de cada país. Por encima de Argentina sólo se ubican Alemania, México, Brasil y Estados Unidos. Entre los procedimientos quirúrgicos el más realizado es el aumento mamario y entre los no quirúrgicos, la inyección de ácido hialurónico.

La accesibilidad que brindan ciertos tratamientos, sumado a la publicidad y oferta algoritmizada en las redes sociales, generan la idea de que es posible moldear el propio cuerpo como si se estuviese creando un avatar o personalizando un personaje de un videojuego. La falta de regulaciones en la oferta o en la especialización de los profesionales le brindan aún más posibilidades a la fantasía de poder modificar el propio cuerpo o rostro, convirtiendose en una idea realizable a pocos clicks de distancia. 

Mientras que la Sociedad Argentina de Cirugía Plástica tampoco posee estadísticas de tratamientos en pacientes jóvenes. Los motivos de esta falta de información se deben a que los tratamientos estéticos se realizan mayoritariamente en centros de atención privada y no en clínicas u hospitales, en donde es posible hacer un mayor seguimiento.

Pero a pesar de la falta de estadísticas oficiales, los profesionales de la medicina estética coinciden en que en los últimos años ha aumentado notablemente la cantidad de pacientes jóvenes, menores de 30 años, en los consultorios y centros de estética. Sobre todo cuando hablamos de tratamientos no quirúrgicos o inyectables, como pueden ser el botox y el ácido hialurónico. Uno de los principales motivos esgrimidos es el de la accesibilidad de ciertos tratamientos en relación a su costo. Si bien este tipo de intervenciones no son baratas, pueden ser mucho más accesibles que las cirugías plásticas; pudiendo acceder por entre 150 y 200 U$D mientras que los procedimientos quirúrgicos cuestan aproximadamente 5000 U$D.

La mirada de profesionales y especialistas de la medicina estética

Uno de los aspectos que destacan los profesionales es que los pacientes muchas veces llegan al consultorio buscando realizar intervenciones o modificaciones para parecerse a ciertos influencers o al efecto que producen los filtros de las redes sociales en sus rostros.

Según el Dr. Gonzalo Pretz (M.N 167.996) “en los últimos años la llegada de los procedimientos mini-invasivos democratizó el acceso por el hecho de ser más baratos. Son alcanzables para personas más jóvenes y de todas las clases sociales.” En el mismo sentido destacó que “las redes sociales son una herramienta poderosísima para crecer, sobre todo los profesionales que recién están empezando”. 

En Argentina no existe una ley de especialidades que regule a los profesionales médicos en el ejercicio de su profesión. Es decir, no es necesario tener una especialidad en un área determinada para ejercer. Cualquier persona con el título médico y la matrícula correspondiente puede realizar cualquier intervención. Incluso muchos de estos tratamientos inyectables son realizados por odontólogos. Los distintos proyectos de ley presentados en los últimos 15 años para regular la medicina estética no han sido tratados por el Congreso. Una de las experiencias más recientes en este sentido es la de España, que aprobó en septiembre de 2024 la llamada “Ley Sara” (en alusión a una paciente fallecida por mala praxis). La misma establece un marco regulatorio más estricto para evitar negligencias médicas, prácticas inseguras y desinformación. Sin embargo la ley fue suspendida por una medida cautelar de la justicia por pedido de la Sociedad de Cirugía Plástica.

La Dra. María Cristina Olivera (M.N 90.589) es jefa del Departamento de Cirugía Plástica del Hospital Durand, directora del post-grado de cirugía estética en la UBA y miembro de la Sociedad Argentina de Cirugía Plástica, Estética y Reparadora (SACPER). Consultada por Juventud Retocada indicó algunas preocupaciones que se observan por parte de miembros de dicha sociedad. Entre ellas se destacan la realización de procedimientos en consultorios privados y de forma ambulatoria cuando deberían realizarse en quirófanos. La falta de rigurosidad en los controles de calidad, cadena de frío y trazabilidad de los productos utilizados es otro de los aspectos preocupantes, según Olivera. Al mismo tiempo afirma que existe una competencia desleal de parte de los profesionales que promocionan y publicitan cirugías y tratamientos por redes sociales, con precios ostensiblemente más económicos que se deben a la falta de cuidados recién mencionados. Según la especialista, la publicidad de esos tratamientos, la inclusión de fotos de otros pacientes y las rebajas en los precios (asumiendo riesgos de salud mayores) no son éticas para los médicos que integran sociedades profesionales de especialistas.

El rol de las redes sociales

En las entrevistas realizadas para este proyecto, tanto a profesionales como a pacientes, se observa una tendencia de las mujeres jóvenes a la búsqueda de rostros que reflejen un parecido a los filtros de imagen que ofrecen las redes sociales. Manuela, una de las pacientes consultadas, se refirió al deseo de parecerse a las muñecas Bratz. Este tipo de rostros se caracterizan por la parte superior estirada, los pómulos bien marcados, los labios con mucho volúmen y el mentón puntiagudo. La Dra. Olivera agrega en este sentido: “En cirugía plástica tenemos dos tipos de caras: ‘Broadway Face’ y ‘Hollywood Face’. La primera es la que no quiere que se note que se puso algo, que le quede más natural. La segunda es la que sí quiere que se note, que le quede voluminoso. Las pacientes jóvenes generalmente prefieren el segundo tipo.” Al mismo tiempo, con el Dr. Pretz coincidieron en que muchas veces los pacientes, influenciados por las imágenes de las redes, les solicitan procedimientos para verse de determinada manera que por sus características genéticas o morfológicas son muy difíciles de alcanzar. También relatan casos de personas que solicitan intervenciones que, según su criterio médico, parten de dismorfias u otros trastornos psicológicos o psiquiátricos y por los cuales deben derivarlos al área de salud mental antes de realizar cualquier tratamiento.

Muchos de los tratamientos mini-invasivos o inyectables, a su vez, tienen un período determinado de duración. Esto genera, según palabras de pacientes, un acostumbramiento o dependencia, ya que luego de transcurrido ese período uno comienza a verse distinto y pretende volver al rostro que tenía cuando fue aplicado.

En tiempos donde la lógica del mercado se proyecta de forma dominante, y donde una estética determinada puede contribuir al proyecto de “vivir de las redes”, las precauciones relacionadas a la salud y los posibles efectos adversos, no parecen estar dimensionados.
 

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